junio 17, 2024

Muerte por viralidad: los bares locales que no necesitan ser virales

TERESA AVENDAÑO ///

@fanfanfatal

Desbloquear el móvil, entrar en TikTok, usar la app como guía gastronómica, la voz en off de alguien que te invita a visitar un bar antiguo con encanto, leer los comentarios, copiar el enlace, pasarlo por tu grupo de whatsapp, añadir un tenemos que ir, buscar el local en Maps, ponerle un pin para que no se te olvide, volver a entrar en TikTok, repetir la misma dinámica. 

Cada semana repetimos esta rutina: necesitamos novedad, probar bares auténticos, conocer nuevas cartas, degustar la mejor tortilla desconocida, descubrir el bar más remoto regentado por una pareja de ancianos y… subirlo a nuestras redes.

A simple vista es tan solo un movimiento algo ingenuo que repetimos con regularidad: esas ansias de compartir dónde estamos, qué comemos, a qué sabe lo que nos llevamos a la boca. De hecho, podría decir que es una rutina sin importancia porque ni somos creadores de contenido, ni somos influencers, ni marcamos las tendencias. Pero, ¿qué pasa cuando esto lo hacen tiktokers con cientos de miles de seguidores? ¿Qué pasa cuando un local de barrio se hace viral? ¿Por qué sentimos que les estamos haciendo un favor?. 

En la era de la inmediatez, son muchos los bares que abren con la intención de hacerse virales. Nacen con ese concepto en la cabeza y el objetivo solo son los números: la caja de cada día, los seguidores en redes, las views infinitas y un alcance desorbitado. Diseñan un espacio donde todo es digno de ser fotografiado, te ponen sobre la mesa un plato que necesitas grabar, crean una experiencia alrededor de tu visita y contratan a una agencia de comunicación para que haga el resto.

Sin embargo, -aunque nos parezca una locura- existen establecimientos sin estas pretensiones. Nos resulta complicado entender que hay locales que no pueden abarcar colas de clientes por su espacio limitado, por la mano de obra con la que cuentan o, porque no tienen tanta cantidad de productos como las cadenas o los grupos de restauración. 

En 2023, El País habló con una pareja de 50 años dueña de un bar del centro de Madrid porque su negocio dio un boom de la noche a la mañana. Esto provocó triplicar la producción en cuestión de días en un espacio muy pequeño, hacer jornadas excesivas, intentar que los productos no perdieran calidad y tener que atender a cientos de clientes con la misma personalización de siempre. La pareja estuvo durante una larga temporada trabajando hasta las seis de la mañana y durmiendo tres o cuatro horas diarias. ¿Es sostenible el éxito no solicitado?.

Las redes sociales son un arma de doble filo: hoy te llevan al triunfo, mañana nadie te recuerda. Los clientes acuden con unas expectativas mucho más altas y esperan largas colas para conseguir el mejor producto. Si todo sale bien, lo compartirán en sus perfiles. Si las cosas no salen como se imaginaban, habrá oleadas de comentarios negativos. Llegados a este punto el negocio perderá doblemente: por un lado, los clientes de siempre habrán dejado de ir por la nueva situación; por otro lado, los nuevos clientes habrán encontrado los comentarios negativos y perderán el interés. 

¿Volveremos a priorizar la exclusividad y la calidad? ¿En qué punto desaprendimos a consumir local?

Estamos llevando a algunos bares a la muerte por viralidad: naces, creces, consigues un éxito descontrolado y mueres. Consume local, sí. Pero consume bien. 

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