agosto 13, 2024

Comer como Dios sin comerte chapas

MARIO GARCÍA ///

@arrozavec

Cada vez más gente pasa del tabú de ir a un restaurante solo y se pega homenajes sin que se le atragante la compañía. 

No es que la gente se haya vuelto perdidamente asocial de repente. Se trata del puro placer de poder improvisar cualquier plan sin depender del coñazo de la gente a la hora de apuntarse o de no poner pegas. El caso es que comer solo en un restaurante, si lo pensamos, tiene unas cuantas ventajas… 

Comer como Dios sin comerte chapas - La Corte
Foto de @casaneutrale

Para empezar, tienes total libertad a la hora de pedir sin que te señalen como el esperpento gocho que eres o sin sentirte mal por hincarte un brownie delante de tu amigo alérgico a las nueces. Pero, sobre todo, sin tener que sufrir el famoso “¿Pedimos en plan para compartir?”, que se traduce en oler media croqueta y tener que conformarte con rebañar la ensalada de brotes. 

Una vez con el plato en la mesa, puedes desplegar tu vena foodie infame y hacer todas las fotos de mierda que quieras a tu tartar de atún sin que nadie te mire con desprecio (o, al menos, nadie de tu mesa). 

Pero la clave, sin duda, está en la paz que te brinda poder comer sin tener que escuchar las chapas infumables de nadie y donde el único sonido que disfrutes sea el del crujido de tus patatas. Y encima, tu imagen lo agradecerá porque tampoco nadie escuchará el ruido de tuneladora que haces al masticar como un manatí. 

Por no olvidar que tampoco tendrás que esconderte a la hora de pedir para llevar el trozo deshecho de hamburguesa y los cuatro aros de cebolla que te han sobrado y que sabes que te salvarán un par de tus miserables cenas. 

Comer como Dios sin comerte chapas - La Corte
Foto de @tiberi.bar

A la hora de pagar, se acabó lidiar entre el que calcula con decimales lo que ha pedido cada uno (incluyendo los nachos que te has comido) y el defensor de dividir todo a pachas para que te zampes los cuatro cubatas que se ha jodido mientras tú has aguantado con una caña calentorra. 

¡Ah! Y por supuesto nadie verá lo rata que eres al vaciarte en el bolsillo los céntimos de la vuelta. 

Como ves, prescindir del calor social a la hora de satisfacer al estómago no es cosa menor. O, dicho de otra manera, es cosa mayor. Así que la próxima vez que te encuentres defendiendo mesa en solitario, busca con la mirada otra alma adelantada como tú y lanzaos un guiño de complicidad de los que saben a ciencia cierta que donde comen dos… sobra uno.

Facebook
Twitter
LinkedIn

No te lo pierdas

Forma parte de nuestra comunidad y recibe tu membresía Flecha abajo