diciembre 4, 2024

Una sobremesa exquisita con Andrea Benítez

LA CORTE ///

Patinar forma parte de su identidad. Andrea Benítez asegura que no sería capaz de definir quién es si no pudiera patinar. Fue la primera mujer skater en participar en los JJOO y ha aprovechado este hito profesional como altavoz contra el acoso escolar y la lucha del colectivo LGTBIQA+. En esta sobremesa, la vemos hablando del miedo, de las ganas y de la pasión que la ha llevado a ser un referente del skateboard femenino de las nuevas generaciones. ¿La meta? No dejar que el miedo la frene y tirarse sin pensar.  

Hacia un calor aquel día. Te lo juro que me sentía como si estuviese en el desierto. Me caían unas gotas de sudor por la espalda. Chorreando. Sentía que tenía como hormigas bajando por la espalda. Una sensación tan rara. Pero a la vez, no quería que me afectara. Me decía: Tengo que aprovechar este momento.” Sensaciones con las que conecta Andrea cuando piensa en el miedo, las dudas, las ganas… Las describe con detalle en su visita a La Corte.  

La libertad 

El discurso de Andrea está repleto de sensaciones difíciles de describir, pero ella consigue que las identifiquemos, que las relacionemos con nuestra propia experiencia, sin necesidad de haberlas vivido antes. Las mariposas en el estómago, por ejemplo, pero no se refiere a las típicas mariposas en el estómago de amor, sino las que te conectan con el miedo. Un miedo placentero, del que cuando empiezas a sentirlo sabes que vas a afrontarlo, porque lo que viene después es increíble.  

Así lo siente Andrea cuando se enfrenta a la rampa más grande que ha visto, tan grande que solo mirar hacia abajo le hace sentir mareo, pero por inercia sigue su instinto, no quiere perderse ese momento. Apoya el tail, pisa con el pie de delante y se va para abajo sin pensar.  

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Velocidad, viento en la cara, un escalofrío y VOLAR. Un salto eterno, una sensación asombrosa. Ella asegura no haber vivido nada igual y la entendemos, porque nosotros tampoco, aunque su forma de contarlo nos ayude a imaginarlo.  

Cuando todo pasa, solo queda frenar tranquilamente. Ya no hay escalofrío. Ya no hay sudores por la espalda. Es solo perfecto.  

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Los recuerdos 

Una vez regresa a un lugar de calma, empieza a recordar y conecta con otras sensaciones, que siguen teniendo algo en común.  

Un fin de semana cualquiera, pero al mismo tiempo muy importante. Uno en el que se sintió guapísima, con Oompa Loompas en la cara. Sí, Oompa Loompas. Le parecían graciosos y a la vez le asustaban un poco. Quería quitárselos, pero alguien le dijo que le quedaban genial, que estaba divina y tuvo que darle la razón.  

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Fue un finde tan increíble que anotó cada detalle: los planes en el bar, las copas, el skate park, los ratos en el río riendo durante horas… Lo anotó porque quería recordarlo todo. Usó tinta negra, para darle un toque más dramático. Al final le dio vergüenza y arrancó la página.  

Lo curioso es que arrancar la página hace que se acuerde más. Ha conseguido el efecto contrario, y eso le hace gracia. De nuevo en la distancia cambia la sensación inicial. Ya no es vergüenza, es gracia.  

En La Corte, las sensaciones adquieren otra dimensión, impregnándolo todo y siendo imposible desprenderse de ellas. El relato de Andrea parte de la propia contradicción del miedo y de la libertad que te hace sentir ser capaz de superarlo. Algo que en cierta manera hemos vivido todos, y podemos sentirnos identificados. Ese es el efecto de una sobremesa exquisita, ese momento de conexión con los pensamientos propios y también ajenos.  

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