septiembre 29, 2024

Una sobremesa exquisita con Mariang

ANTONIO ALFARO ///

@antoni0alfaro

Estamos en una especie de muelle, aunque más bien es una mezcla entre un zoco de La Manga del Mar Menor y la isla del Wii Sport Island. Mariang lleva un traje y está sentada frente a una mesa.

Cuando le preguntamos qué alimentos le emocionan, prefiere ser concisa: “no soy una persona especialmente sensible a ello (…) pero todo lo que parezca una roca o un mineral me mola”. Así que le servimos unas ostras, un poco de vino blanco y limón, pan, flan de huevo, y un café solo; para hacer la digestión. Pero acabamos hablando de servilletas de papel arrugadas, de cómo salvar el mundo y de la calidad humana: “a mí con que la gente sea normal y yo ser normal con ellos me parece de puta madre”, confiesa. Y es que Mariang es así, habla de lo que le viene en gana, es sincera cuando le apetece, va por donde quiere. Tanto que acabamos en una Iglesia, “la primera con un Mc Donalds anexionado a ella”. 

Una sobremesa exquisita con Mariang

Qué alimentos o instantes en torno a la comida te emocionan, conmueven, provocan belleza, te dan placer.  

Wow, me encanta esta pregunta (risas). La verdad que muchas cosas. No es que haya alimentos que me emocionen, no soy una persona especialmente sensible a ello, pero sí con los que encuentro una estética muy guay: los higos maduros, el atún rojo crudo, las ostras, percebes, o sea, todo lo que parezca una roca o un mineral me mola.  

Sobre los instantes en torno a la comida que me dan placer, terminar de comer en una mesa grande con mucha gente en un restaurante, la marca de las copas y de los vasos en el mantel de papel, los culillos de vino en las copas, que todos los platos sean idénticos, las servilletas de papel arrugadas, los servilleteros vacíos; todo esto me gusta mucho, sobre todo si es en terraza. 

A pesar de ser del equipo luz cálida, de pronto un restaurante con una luz de quirófano iluminando el salón del comedor y enfocando toda la mesa me hace gracia, y me recuerda a las comidas familiares del viernes de dolores. 

Una sobremesa exquisita con Mariang

¿Cuál es tu relación con la creatividad? 

Yo creo que tanto la mía como la de cualquier persona que se dedique a un trabajo de mentira, y, me refiero a cualquier trabajo englobado en ambientes musicales, audiovisuales o artísticos, es una relación totalmente asfixiante.  

Quiero decir, cuando la piedra angular de tu sustento (pagar alquiler, gas, electricidad, alimentarte, etc) se basa en la creatividad y en la producción a partir de esta, es inevitable que se vuelva una rueda contraproducente. Burocratizar la creatividad y volverla un trabajo fijo imposta todo lo que toca.  

 

¿Dirías que eres metódica, que lo ves como un oficio o que es algo sobrevalorado?

No soy nada metódica. Creo que era Picasso el que tenía una frase rollo, “que la inspiración me encuentre trabajando” haciendo alusión a tener que trabajar durante todo el día para sacar algo de provecho; pues yo estoy de acuerdo con esto, qué le voy a hacer, he nacido en la época de estar en contra de la meritocracia (risas).  

No creo que porque no te esfuerces consigas algo de valor, y no sé si estará sobrevalorado o no, pero yo creo que un poco sí. Más que nada porque la creatividad no tendría que regirse bajo ningún precepto ni del esfuerzo ni del método. Así que lo de aunar estos mundos me cuesta un poco. Yo creo que no tiene mucho que ver.  

Una sobremesa exquisita con Mariang

¿Qué filosofías, personas, momentos, productos culturales o costumbres consideras realmente disruptivos? 

Pues, fuera coñas, a mí el concepto de ‘La Corte’ me da la reminiscencia de Pedro páramo, la novela de Juan Rulfo, por el hecho de que el pueblo de esta novela lo habita gente muy peculiar. Para mí es un concepto que tiene tintes de realismo mágico, porque tampoco se sabe qué es una corte, o según qué parámetros se eligen a los que la componen. 

Me encaja muy bien el nombre que habéis elegido para el medio con lanzar piezas que hablen de todo esto. Pieza-realismo mágica, me encaja con la totalidad de todo esto.  

 

¿Qué elementos, iconos, movimientos anteriores a tu nacimiento rescatarías para que el presente fuera más gustoso? 

Soy detractora de la nostalgia desde hace relativamente poco. Antes sí era más susceptible a caer en la poza de cómo echo de menos esto que nunca he vivido o que voy a vivir de roce, e incluso de vivir y que no lo disfrute en ninguna de sus vertientes pero que con el tiempo lo romantice. Pero ahora estoy en contra. Sí, porque al fin y al cabo sé que es un arma de doble filo bastante peligrosa a nivel sacarle rédito político. 

Aún así puedo destacar dos opciones muy importantes que no he vivido y con las que no me hubiese importado coincidir en el tiempo. La primero es Verano azul, la segundo el technicolor. Esta última porque me apetece bastante ver una película hecha en technicolor, que, bueno, yo no entiendo nada de audiovisuales ni de realización, pero, por lo visto, no se puede emular con las cámaras que existen a día de hoy; es una cosa que no puedo entender. Hay gente haciendo aceleradores de partículas, ¿pero es imposible hacer una película en technicolor? No lo entiendo.  

Y Verano azul cogiéndolo muy con pinzas, o sea, descontextualizándolo de cualquier realidad histórica vinculante y simplemente quedándome con los quince o diecisiete episodios que eran vistos desde la visión de los niños y de cómo se lo pasaban de guay en un pueblo del mediterráneo todavía sin turistificar.  

Una sobremesa exquisita con Mariang

Si pudieses redefinir el concepto de cultura urbana, ¿cómo lo harías? 

No lo haría, de hecho, creo que soy la peor persona para hacerlo porque ni me relaciono ni entiendo el concepto en toda su amplitud (risas). Lo que sí puedo decir es que está muy mal entendido a día de hoy, sobre todo por el amplio espectro de la población. Todavía se vincula mucho a la cultura de los graffitis, las gorras para atrás, y ese rollo que se llevaba en tiendas como Inside o Bershka en 2010, en plan, americano cutre. También creo que partimos de un problema base y es por la etiqueta en sí; o sea, yo le quitaría la palabra urbano porque creo que ahora no le hace justicia a lo que intenta evocar esta cultura, y además empobrece su etimología.  

Yo la entiendo como una cultura hecha por la gente de a pie, como una cultura accesible, y creo que el termino urbano empobrece bastante el entendimiento del concepto porque hay muchísimas cosas que salen fuera de las ciudades, a día de hoy me parece algo elitista y restrictivo a malas.

 

Del uno al diez, ¿cómo te puntúas a ti misma como ser social? 

Creo que como ser social me doy un siete u ocho. No me importa conocer gente, pero tampoco es mi hobby.  

 

¿Y qué conexiones, relaciones o cuidados son para ti innegociables y te hacen crecer? 

Creo que una vez que una persona se hace a sí misma y se hace este tipo de preguntas, de cuáles son los cuidados que necesita dar y recibir, también se dibuja un poco la sinceridad del contacto humano. Creo que hay cosas que dependiendo del grado de cercanía con una persona son más intrínsecas, otras menos, creo que hay gente a la que se le exige más pero sin ser consciente de ello, sino simplemente por el entorno que os rodea a ambos. No sé, creo que verbalizar ciertas cosas hace que se pierda calidad humana, es algo que me parece un poco impostado. A mí con que la gente sea normal y yo ser normal con ellos me parece de puta madre.

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