abril 5, 2024

Amigas alrededor de una mesa

LA CORTE ///

@lacorte_____

Hace poco nos volvimos a reunir mis amigas y yo alrededor de una mesa. Existe cierta belleza en formar parte de esos entornos. Significa que tienes cerca a una o a varias personas que quieres tener cerca.

Significa que eres tú la que está rodeada de personas que quieres-tener-cerca. Significa que eres tú a quien quieren-tener-cerca. 

Sabemos que es una situación corriente, común, normal, pero en mi cabeza es un ritual. Existe toda una narrativa que precede al momento de elegir sitio, de sentarte, de tener a tus amigas delante: hablar por whatsapp, elegir un día y hacer scroll en tu lista ‘cenas y comidas🍷’ de maps (porque ahora me dedico a hacer listas en maps de todos los sitios que podemos, queremos, debemos visitar).

01

Aquel sábado empezó tomando un aperitivo en Ostras Pedrín, un bar de Chamberí de ostras y mariscos en conserva. Nos sentamos en la barra, pedimos una botella de vino blanco para acompañar las ostras y los berberechos y empezó la mejor parte, hablar sobre todo lo que nunca hablamos. Hablar sobre lo que no se habla a través de la pantalla, hablar sobre temas que nos avergüenzan, hablar como si volviéramos a ser adolescentes y todo nos diera un poco igual. 

02

Hacía unas semanas habíamos visto Creatura, la película de Elena Martín Gimeno que habla sobre los tabúes de la sexualidad femenina. Supongo que la conversación salió sola o supongo que todas teníamos una necesidad por compartir traumas-experiencias-historias.

Mientras pedíamos más vino, mientras remojábamos el pan en el caldo de las latas de conserva y mientras nos poníamos rojas, la conversación iba fluyendo. Todas llegamos a una conclusión conjunta: en algún punto de nuestra vida adulta habíamos estado reprimidas. Algunas por comentarios que llegaron durante la adolescencia, otras por la ausencia de una educación sobre el tema, otras por haber intentado liberarse y haber acabado cubiertas de más críticas.

Ninguna de nosotras lo habíamos pensado detenidamente hasta que vimos la película. La mirada ajena, la mirada conservadora de las familias, la mirada de los hombres o la mirada de desconocidos nos había llevado a ese momento de confianza y sinceridad en el que todas hablábamos emocionadas sobre todo-lo-que-no-habíamos-vivido por la represión. Fue conmovedor participar en esa charla y sentirme relajada y despreocupada, sabiendo que podía dar voz a cada pensamiento que acaparaba mi mente.

04

A mitad de la conversación llegó la hora de la reserva en el Bar Trafalgar, pagamos la cuenta y paseamos cinco minutos. El hilo siguió con naturalidad y sin esfuerzo. 

Nos sentamos alrededor de una nueva mesa, con una nueva carta entre las manos, con la esperanza de acabar mirando la parte de los cócteles pasadas unas horas. Entre gildas, vermuts y tablas de quesos, alguna mencionó las palabras ‘identidad sexual’. A veces resulta extraño escuchar a tus amigas retomar un tema que parece que se había quedado aparcado en otra vida.

03

Somos de las que opinan que las etiquetas son necesarias para llamar a cada cosa por su nombre. ¿Lo que no se nombra no existe?

A veces parece que según nos hacemos adultos, hay algunos temas que ya no van con nosotros. Como si pudiéramos abandonar lo que somos o como si no nos hiciera falta pensar, meditar y preguntarnos de vez en cuando qué somos o quiénes somos. ¿Tenemos la misma etiqueta que teníamos con dieciocho años? ¿Estos últimos años nos han llevado hasta otra identidad?

Lo más comentado por todas fue la gran cuestión de la bisexualidad. Tuvimos la sensación de haber crecido durante unos años abiertos, pero no lo suficientemente abiertos. Unos años con ganas de abarcar todo, pero no de aceptar todo. ¿Qué etiquetas podíamos utilizar para las indecisas-miedosas-tímidas? Lo dejamos un poco en el aire porque ni siquiera entre nosotras supimos definir los conceptos que bailaban en nuestras cabezas. 

Al final la conversación terminó igual que terminaron los cócteles. Sin una conclusión clara, sin ninguna reflexión concisa. Aunque supongo que tampoco la necesitábamos. 

Supongo que ahora se entiende mejor todo lo que conlleva estar alrededor de una mesa. La idea de crear un espacio donde las manos se entrecruzan por encima de la tabla de madera, donde salen a flote pensamientos apagados. Una especie de punto de unión, un núcleo donde va creciendo la curiosidad, donde te acercas un poco más a esas personas que quieres-tener-cerca. 

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