agosto 20, 2024

El sándwich mixto: ¿El baremo definitivo o la romantización de la precariedad?

ANTONIO ALFARO ///

@antoni0alfaro

Gracias a varias conversaciones entre amigas, y unos cuantos tardeos y birras de más, podría decirse que he llegado a la conclusión definitiva sobre el sandwich mixto para cualquier bar, restaurante o nuevo local que se preste. ¿Será el baremo definitivo de su calidad, o estamos romantizando la precariedad de comernos un bikini con trufa en un bar corriente?

¿Qué tal el queso? ¿Cuánto relleno lleva? ¿El pan de molde está dorado o quemado? ¿Está crujiente? ¿Lleva mantequilla? ¿El interior está derretido o más bien frío? ¿Será que el cariño al hacerlo es equivalente al grado de compromiso del local?.

Desde luego no hace falta ningún máster para hacerlo, pero su ejecución sí es clave.

Del sandwich mixto se esperan muchas cosas, pero siempre debe cumplir X requisitos, que pueden ir desde algo común como un buen relleno, hasta gustos personales como la forma de cortarlos, para que de un horror total pase a algo decente, y de ahí hasta a una delicia. Lo que también está claro es que durante toda la historia siempre ha sido parte de las cartas y opciones más comunes, y quizá este ha sido el factor que ha llevado a nuevos locales a redefinirlo y elevarlo a la categoría de ‘selecto’: ya sea con trufa espolvoreada, cecina, cualquier tipo de mantequilla, carne o un sin fin más de variedades.  

Y aquí es donde entra en el juego Marta de Renteria, mi amiga, la más espabilada:

“¿Y no crees que esto en realidad es una romantización de nuestra precariedad?. Quiero decir, podrán redefinirlo e intentar que nos creamos que es algo más por hacer con este lo que quieran, pero siempre será un mixto, aunque te lo vendan como algo gourmet”.

Así me lo soltó. Otra amiga, Alexandra Navas, que lleva de escapadas por bares de Barcelona desde antes de tener uso de razón y, siempre tiene una vista muy corporativa me dijo:

“Esto es culpa de lxs modernxs y de esta cosa de reapropiarse de lo castizo y de lo de toda la vida; al final se hace negocio de lo que se lleve, sea lo que sea, y ahora lo premium es lo castizo, las mesas de chapa, el vermut, las gildas, y de ahí a los sandwiches”.  

Quizá no poder permitirnos el plato más caro de la carta pero sí un bikini premium es una forma de escapar de la realidad que nos está tocando vivir a los jóvenes; aunque solo dure unos siete bocados. Quizá se están riendo de nosotros. Quizá pedir un sandwich mixto es una redención ante el sistema. Quizá solo es una vuelta temporal a lo de toda la vida, sin más. Quizá por culpa de los bigotes y las Adidas Samba, ahora los bares de bocatas son lugares para amantes de lo gastro. Quizá nunca más vuelva a pedirme un mixto.  

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