abril 2, 2024

En honor a las recetas de mi abuela

CRISTINA HERNÁNDEZ ///

@cristinahernandezzzzz

Recuerdo el boom del sushi como si fuera ayer. Era 2015 y la búsqueda de un buffet japonés era muy importante para mí. Una vez al mes, (casi) obligaba a mi familia a probar un nuevo restaurante de comida asiática y admiraba cómo los cocineros manipulaban el arroz, lo envolvían en alga y traían a la mesa una bandeja de nigiris.

Las patatas a la importancia que hacía mi abuela los viernes, y que habían sido siempre mi plato favorito, dejaron de ser relevantes. También dejaron de serlo el hornazo de mi tía o las croquetas de chorizo que hace mi madre. La comida tradicional española se convertía en lo habitual, lo fácil, nada excepcional ni extraordinario, pero sí lo era el temaki de salmón de mi buffet favorito.  

A los dieciocho me mudé unos meses fuera de España, no cabía el jamón de Guijuelo en la maleta y, al poco de llegar, descubrí que lo de hacer una tortilla de patatas no era tan fácil como parecía. Recuerdo llamar llorando a mi madre diciéndole que la echaba de menos, pero que lo que más echaba de menos era comer un buen plato de cuchara y mi madre se reía.

Cuando volví, pedí a mi abuela que me escribiera en una libreta todas las recetas que se supiera y me enseñara a hacerlas; eso hizo. Y ahora, aunque sigo teniendo wasabi en la nevera, veo a mi abuela rebozar las patatas en pan rallado y pienso ¿en qué momento dejé de admirar esto? 

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